lunes, 16 de julio de 2007

TEATRO DEL RENACIMIENTO EN FRANCIA


































TEATROS DEL SIGLO XVIII

PIERRE CORNIELLE




El Hotel de Bourgogne, que abrió sus puertas en París hacia 1550, fue el primer teatro público construido en Europa después de la decadencia del Imperio romano. Pero esto no quiere decir que el teatro de Francia alcanzara su plena perfección antes que otros teatros nacionales, como el español o el inglés. Hasta 1634 no tuvo París un segundo teatro destinado al público de pago. El decorado a la italiana, así como la maquinaria escénica, no aparecieron hasta 1641. Y sólo entre 1637 y 1677 produjo Francia dramaturgos de talla propios. Esto contrasta con el continuo progreso que hubo en Italia, España e Inglaterra. Ya desde 1538 Italia enviaba al extranjero compañías de actores perfectamente adiestrados. Hacia 1570 España podía vanagloriarse de sus numerosos teatros populares, así como de un estilo dramático totalmente significativo. Y en 1600, Londres tenía ya seis teatros y un William Shakespeare.



Una de las causas que retrasaron el progreso del teatro francés fue el sistema de monopolios. A lo largo de la Edad Media y del Renacimiento, varios monarcas, así como muchas municipalidades francesas, prefirieron otorgar a uno de los favoritos de la corte o a un grupo privilegiado el derecho exclusivo de hacer, vender o administrar esta o aquella actividad con una crecida utilidad. El teatro no escapó a tal monopolio. Hasta 1634 sólo existía oficialmente un teatro público en París debido a que la Cofradía de los Hermanos de la Pasión había disfrutado durante cien años del privilegio exclusivo de representar obras o de otorgar licencias para celebrar representaciones de sus obras en la capital de Francia. Sólo cuando París comenzó a tener otras compañías en teatros competidores, empezaron a aparecer dramaturgos de fama duradera. Así surgieron Hardy, Racine, Corneille y, sobre todo, el ingente Moliere.



No obstante, los teatros de la corte existían ya antes de Richelieu y de Luis XIII. Los reyes y los cortesanos se deleitaban con bailes y espectáculos de ballet, pero también gustaban de los actores y de la ópera. Desde 1577, la compañía de los Gelosi, compuesta por actores italianos del arte, apareció en lo que puede llamarse el primer teatro cortesano de Francia, la sala del Petit-Bourbon. En 1645, el cardenal Mazarino, que, como es sabido, era de origen italiano, hizo venir de Venecia al más famoso mago del escenario de su tiempo, Giacomo Torelli, para que representara óperas en la corte. Éste hizo representar para el cardenal una espectacular ópera italiana: “La fiesta teatral de la locura fingida”, y para el rey Luis XIV, que entonces sólo tenía siete años de edad, añadió al espectáculo “fantasías ingeniosas” como una danza de monos, loros que volaban y avestruces mecánicas. Para celebrar la boda de Luis XIV en el año 1660, Mazarino construyó otro teatro en las Tullerías, llamado Salle des Machines.
La atención de Luis XIV hacia los teatros de su corte y hacia el público parisiense fue notable. En sus palacios, desde el Louvre hasta Versalles, presentó toda clase de espectáculos para sus cortesanos y sus damas. Pero —y en esto fue único entre los príncipes— entregó el Petit-Bourbon y el Palais-Royal a compañías de actores profesionales, que daban funciones mes tras mes para el público en general. Además, otorgó sustanciosos subsidios a sus actores italianos de la Troupe Royale, a la compañía del Théatre du Marais y a Moliere.
Moliere comenzó su actividad de actor —aficionado— en 1644 aunque desde su infancia más temprana se había visto atraído por el teatro, acaso contemplando las actuaciones de Tabarin en su tablado de la Plaza Dauphine. El primer grupo de comediantes que formó Moliere estaba principalmente constituido por jóvenes de dos familias, y algunas veces fue llamado “Los hijos de familia”. Parece que los actores de la época preferían buscar su suerte en el Théatre Illustre. Moliere y sus amigos alquilaron una pista de tenis en 1644. Después de algunas desastrosas representaciones en dicho lugar, probaron suerte en otra parte. La aventura teatral terminó cuando Moliere fue a dar en la cárcel por las deudas en que incurrió con un comerciante en velas, entre otros. Su padre, Jean Poquelin, pagó posteriormente dichos débitos, tal vez agradecido porque su hijo adoptara el nombre de Moliere en lugar del propio, cuando apareció en el escenario.
Después de ampliar el viejo equipo del Palais-Royal, Moliere puso a prueba su talento, en 1668, en un tipo de entretenimiento llamado la comedia de máquinas. Rocas que se abrían y se convertían en cielos, semidioses que volaban, palacios que se tornaban cavernas, dragones y centauros vivientes, habían entretenido ya a los príncipes italianos desde hacía más de un siglo, y Mazarino y Torelli los habían llevado a París veinte años antes. Al escribir y representar “Amphítryon”, Moliere hizo gala de su moderación y su buen sentido habituales. Limitó las complicaciones mecánicas al prólogo, en el cual Mercurio iba sentado en una nube y la Noche aparecía en una carroza aérea, y al último acto, donde Mercurio alzaba el vuelo y desaparecía en los cielos nubosos.
La sala del teatro del Hotel de Bourgogne, situada en un segundo piso, tenía 12'50 metros de anchura. La longitud total era de 30 metros, incluido un escenario de 14 metros de fondo. Posteriormente, este espació destinado a las representaciones fue profundizado en otros tres metros. El escenario inclinado medía tres metros de altura en su parte frontera con objeto de que los que permanecían de pie en la platea pudieran disfrutar de mejor visión. Hacia la parte posterior, el piso del auditorio se elevaba a varios niveles, en los que colocaban bancos. Una hilera de palcos colgaba de los muros laterales y continuaba a lo largo de la parte posterior. Arriba debió de existir otra hilera de palcos y hasta una galería abierta y con bancos, que tenía que estar todavía más alta. El escenario no tuvo un arco formal de proscenio hasta después de la restauración. Se supone que el Théâtre du Marais fue edificado conforme a modelos italianos sobre un antiguo campo de tenis.
Sabemos muy poco sobre el Petit-Bourbon, salvo que el escenario era menos profundo que el del Hotel de Bourgogne. En el Palais-Royal había dos salas que se utilizaban en las representaciones. Una de ellas contenía seiscientas butacas, y la otra, tres o cuatro mil. Debió de ser esta última la que utilizó Richelieu para poner en escena su espectacular “Mírame” en 1641. El escenario de la Salle des Machines que Mazarino construyó con otro diseñador italiano, medía unos 18 metros de altura a fin de poder contener la maquinaria necesaria para mover los telones —había 144 de éstos, cada uno de 23 metros de ancho— y para que los actores pudieran elevarse sobre nubes y carrozas. El Guénégaud, teatro de ópera, podía albergar a 1.500 personas, y el que se construyó para la Comedia Francesa en 1689 tenía cabida para 2.000. En ninguno de los dos se representó nunca con un auditorio mayor de la mitad de su aforo.

La muerte de Moliere alteró la fortuna de las cuatro compañías que actuaban en París. El rey, que no creía que la Troupe du Roi pudiese subsistir sin Moliere, cedió a Lully el Palais-Royal para representar óperas. Los actores de Moliere se cambiaron al Guénegaud. (Precisamente unos años antes, en 1671, este edificio había sido construido por un noble para la Académie Royale des Operas, institución que se le pasó por alto a Lully.) Obedeciendo a diversas sugerencias, el rey combinó la compañía de lengua francesa que trabajaba en el Bourgogne con los actores del Guénegaud y del Marais. Así —salvo la compañía italiana que había compartido el Bourgogne— París tenía en 1680 un teatro. Pero, en cambio, Francia contaba con su primer Teatro Nacional —que fue también el primero del mundo—. Gradualmente vino a ser llamado Comedie Française, para distinguirlo de la Comedia Italiana. En 1689 se traslado a un nuevo edificio, construido por François Dorbay y el primero que se hizo con el auditorio en forma de herradura. Actualmente esta institución se conoce también con el nombre de Théátre Français y, además, en honor al hombre que enseñó a tantos de sus primeros actores, se llama la Casa de Moliere.

Jean Racine





LUIS XIV
LLAMADO EL REY SOL
BENEFACTOR DEL TEATRO











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